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Ciudad ibérica de Calafell (Tarragona), el primer yacimiento de la Península

Calafell, en el Bajo Penedés tarraconense, tiene un interesante patrimonio monumental y gastronómico que conviene explorar. Se trata de una antigua ciudadela de origen ibero, un recinto fortificado que se fundó a principios del siglo VI antes de Cristo. Quizás fue la sede de un caudillaje de la tribu de los cossetanos.

En su interior y rodeado por potentes y recias murallas con la reproducción de una torre romana, existe un palacio y numerosas dependencias. El enclave sufrió grandes reformas a finales del siglo IV de nuestra era y su final se relaciona con la crisis bélica de la Segunda Guerra Púnica, cuando el cónsul Catón el Viejo aplastó la sublevación general de tribus ibéricas contra Roma.


Primer yacimiento arqueológico de la Península


De la ciudad íbera de Calafell llama la atención que se trata del primer yacimiento arqueológico de la Península Ibérica que ha sido reconstruido con técnicas de arqueología experimental, sobre los mismos restos, así como de museografía didáctica. La reconstrucción permite ver y entrar en las casas, subir a las murallas, torres, así como examinar reproducciones de objetos de la cultura material de los iberos.

La ciudadela ibérica se sitúa encima de una pequeña colina a levante del barrio marítimo de Calafell, a unos 300 metros de la actual línea de la costa, limitado por los trazados de la carretera C-31 entre los núcleos de Calafell y Segur de Calafell y de la vía férrea Barcelona-Tarragona, así como por las edificaciones de la urbanización Alorda Park.

Fue a partir del siglo V a.C. cuando Calafell comenzó a ser objeto de una serie de reformas que consistieron en la construcción de una poderosa y recia muralla, posiblemente inspirada en modelos de la antigua Grecia y en la organización interna siguiendo un trazado más o menos regular de calles alrededor de las que se diseminaban una serie de casas que pertenecerían a una élite de guerreros y al personal que se encontraba a su servicio.

Al fortín ibero llegaban productos procedentes de todo el Mediterráneo, sobre todo del área de Cartago, Ibiza, el sur de la Península Ibérica, Grecia, la península Itálica y el sur de Francia. Desde aquí se distribuían al interior.

Dentro del perímetro amurallado estaba la casa de un caudillo, varias casas de diferentes tipos y medidas, recintos destinados a cultos domésticos, un pozo de agua de casi diez metros de profundidad, hornos para cocer pan, torres que servían de almacén y unas calles parcialmente adoquinadas con desagües para el agua de la lluvia. Con posterioridad, los romanos se establecieron encima de los restos de la ciudadela abandonada durante un breve periodo de tiempo.

Cerca de Calafell se encuentra la ciudadela ibérica o poblado de Les Toixoneres (siglo VI a.C.), un recinto fortificado de 3.000 metros cuadrados sobre un cerro. Existe un excelente centro de interpretación que muestra los modos de vida de los iberos cossetanos, excelentes herreros, que habitaron estas tierras e incluso se atreve con los olores del poblado y con el exótico sonido de la lengua ibera hablada por ellos.






 
 
 

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